domingo

Tácticas de indentidad (La banana probeta es tan banana como una de árbol)


I
HARVEY era un tipo simpático y bonachón. Al poco tiempo de la muerte de su esposa se puso de malas y descuidó mucho su presentación. A sus pantalones le faltaban dobladillos y estaban más arrugados que la verga del papa. Sus camisas carentes de botones, tenían chiroso el cuello y sucias las mangas. Ya no usaba medias ni zapatos. Olvidó que mierdas era un cortaúñas y tenía el mismo trapo por calzoncillo desde hace un par de meses. Ahora que le recuerdo bien, ese HARVEY era un buen tipo.

II
Me masturbo el alma para que eyaculen expresiones, en esa línea, el cine, es la rubia tetona que me pone a mil.

III
El amor es un cuchillo afilado, y no sabrás cuando te lo hunden o cuando hundirlo.

IV
La vida apesta. Por eso los comerciales de desodorante abundan las pantallas.

V
Estoy tumbado en el sofá y ella pasa de un lado al otro. Exhibe unas torneadas y mesuradas piernas color canela. Tengo una estúpida bata verde menta y me he quitado los calzoncillos adrede para hacer más fácil la erección. Hace tan solo unos meses llegó a casa con la excusa de estar sola en el mundo y de haber sido victima de tipos malos y horrendos. Hacía falta una mano en casa y accedimos, mi esposa y yo, a contratarla como doméstica.

Parecía saber mucho de todo. Yo nunca supe coger un dobladillo o enhebrar una aguja. Ella, sin embargo, tenía todo bajo control; mientras planchaba mis camisas freía los huevos, arreglaba la falda de mi esposa y lavaba los trastes, sin obviar claro que estaba pendiente del momento de apagar la estufa para que no se derramara la leche del café.

Hoy me tomé el día libre. Hace rato quiero verle la cara a Peláez para decirle lo bien que se siente estar en casa viéndole el culo a una sirvienta. Peláez es el jefe y tiene todo controlado, o al menos eso cree él. (Si supiera que nunca cumplo con su regla de soltar el agua de los retretes en la oficina, le daría un infarto) Esta vez le advertí de mi posible ocaso. Estoy enfermo y muero con cada hora que pasa. El pendejo me dijo con ojos negreros: _ Tómese el día libre, y vuelva pasado mañana. – que miserable! Solo un día! Pero me estoy muriendo en serio! Eso nunca se lo digo de frente porqué a quien daría un infarto sería a mí. Esas palabras solo pasan por mi cabeza cuando ya he llegado a casa y no hay modo de decirlas, Peláez hace rato desapareció de mi retina y no le dije que es un tipo irritante, estricto, gordo y feo, con una fortuna envidiable y una esposa regular. En tanto olvidas las frases de desprecio, éstas acechan la estima para recriminarte a futuro. Soy más impotente que calvo y tengo una pija mediana. He tenido el problema o privilegio de guardarme cada sentimiento que pasa por mi estrecho ser y lo benévolo es que no tengo líos de digestión. A veces me atraganto y escupo lo que no debo decir.

Mi esposa es rubia y simple, no tiene un atractivo que salte a la vista excepto sus ojos verde oliva. En algún momento tomé el coraje de hablarle de cualquier cosa y es el momento en que me recrimina que nos hayamos casado. Trabaja todo el día y es estéril. Tenemos un lindo perro que caga en el jardín. Su padre nos regaló esta casa y el día de la boda lo hicimos seis veces.

_ Quiere que le sirva ya el almuerzo?... o más tarde? – que voz más extraña, es una mezcla de dulzura y sonsonete tolimense. Su prieto culo irrumpió mis oídos. Su olor es una mixtura de cebolla y fresa.
_ Todavía está temprano, espero un poco más…. Por ahí en media hora!
_ Bueno, si señor.

Me tiene respeto y eso es bueno, quizá en algún momento pueda usar ese respeto a mi antojo. Hasta ahora caigo en cuenta de la hora y es tarde. Dormí bastante y se me corrió el horario. Hay un espejo en la sala y lo uso como bastón de ciego. Por él puedo ver a Emilse mientras barre la entrada de la cocina. La casa es más bien pequeña pero esta ajustada al modo de vida de dos personas adultas y una atractiva sirvienta de implacables 16 años.

No tomo en cuenta lo perfecto de su qué hacer. No me importa si aun hay polvo y mugre en el suelo. Yo solo quiero ver sus piernas y culo. A veces me inclino y elevo un poco del sofá para picar mi ángulo de visión por el espejo. Su chocho es oscuro y velludo, o al menos eso atisbo a entender por los pliegues de su ropa interior. Cuando voltea su mirada, me recorre un rayo en las tripas y me detengo. La erección baja al instante.

Simulo cambiando el canal del televisor pero sé que la chica no es estúpida. Tan pronto me vio por el espejo, cambió de ropa. Se quitó la falda que tenía y ahora veo un mugroso pantalón de sudadera. La tipa es avispada o idiota, aun no consigo descifrarlo. Definitivamente perdí la erección.

_ Sabe que? Ya puede traerme el almuerzo.

VI
Que niña más bella! fue lo primero que escuche cuando mi razón entró en funcionamiento. Lo dijo el señor de la tienda cuando fui con mamá a comprar cilantro. Tenía más o menos cuatro años, y desde entonces he escuchado todo el tiempo lo mismo.

Hoy decidí no entrar a clases y me fui con Juan Edgar al parque. Este tipo me gusta desde que era peladita. Me gustaba como se veía con su uniforme militar. Hoy me ha enviado la mano a la entrepierna, la ha tocado un buen rato y no fui capaz de detenerlo. Dejó su fusil negro recostado en el árbol, desabrochó su pantalón, se sacó la verga y esa fue mi primera vez.

No volví a ver a Juan Edgar. A penuria recuerdo su cara, recuerdo de él lo rápido de su partida y lo fugaz de su sacudida, casi ni la sentí. A los dos meses, conocí a Pierre un tipo que venía de Francia y que me embaucó con promesas estúpidas y rimbombantes. Prometió que yo sería modelo y que viviríamos en una campiña al sur de Montpellier. En el momento de su orgasmo llegó la desilusión. Mi desilución. Supe entonces que nunca caminaría sobre una pasarela y que nunca conocería el país del inspector Cluseau.

Para bien o para mal hay momentos que definen tu destino. El mío lo marcó Juan Edgar a mis doce años. Mamá trabaja en el centro del pueblo con mi tío Ariel, juntos tiene un puesto de chicha, masato, tintos y cigarros. Mamá prepara las bebidas y mi tío las vende y fuma todo el tiempo. En momentos pienso que están hechos para eso, que Dios lo quiso así. Tengo un hermano pequeño que se llama Milton. Es una bendición de Dios según mi mamá, la alta edad de ella presumía lo peor para su nuevo hijo. Algunos le dieron el pésame antes de entrar al parto.

Algunos idiotas molestan a Milton porque tiene un problema con una de sus orejas. Está recortada en forma de punta y le dicen duende, gnomo, elfo y no sé qué más mierdas. Yo le aliento para que se sienta mejor y le digo que es un marciano y que ellos son de una raza superior. El ríe y se mira en el espejo. Una vez lo vi mirando al cielo, como esperando el momento en que llegarán por él sus verdaderos padres. Se agarraba la oreja en señal de llamado. Esperó un par de horas y luego se quedó dormido. Esa noche lloré mucho.

Soy mala para el estudio, eso lo supe el día en que me aventure a responder algo en clase y me dijeron bruta. Aprendí a leer pero no puedo hacerlo en grandes cantidades y para escribir soy lenta y amotriz. Algún día voy a pedirle a mi hermano que me lleve consigo a otro planeta.

VII
Lágrimas con forma de zancudo

Jamás vi llorar a una mosca por el desamor de un zancudo. Ni zumbar alicaída cerca de la mierda. Tampoco he visto una jirafa macho comprar corbatas ni a un hipopótamo pagar recibos de agua. Y si resulta cierta la remota idea de que el hombre viene del simio, entonces tendríamos que empezar a debatir y replantear nuestra conducta moral. Después de todo, el simio también es un animal y ya no habríamos de pagar por el agua, ni comprar costosos aditamentos vanidosos y lo mejor: jamás lloraríamos un desamor. De ser así, ser mosca estaría bien. Retozaríamos felices entre la mierda y… Ey! Un momento, eso ya lo hacemos sin ser animales.

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