miércoles

"Sayonara" para "Siempre"


"El Universo, nena, es demasiaso pequeño para los dos..."

Ella me dijo que todo comenzaba como ahora: una ceniza en el asfalto y un avión a miles de pies de altura. Ese era el secreto y jamás logré entender su estrecha mente de tonta hermosa. De hermosa que se largó con las migajas almas de un sediento e insípido muñeco de aserrín. O sea yo y o sea mi alma. La nada misma puede ser representada por un escueto sujeto que fuma en la lejanía del Ezeiza. El todo mismo, en contraparte y por desgracia, puede ser representado por una nipona que regresa a su país de origen, que perdóneme el shogun, significa decadencia hecha república. Pura y física decadencia que ni el famoso origami, por el que perdí no sólo cinco sino seis polvos suyos, puede ayudarme a sobrellevar. Ella me enseñaba a hacer ovejitas y constelaciones de papel y yo le enseñaba que debía abrir más la boca si quería no lastimarme mientras vivíamos el sexo oral. Total, su boca de nipona jamás aprendió de mis genitales y yo, en cambio, tengo una flota de portaviones en el bolsillo. Nada más didáctico y pedagógico para mis adentros, sin percatarme de la lógica ambigua que rige el universo, aprendí a romper la hegemonía de todo aquello que me lastima y me es necesario, útil, efímero y fantástico. Como por ejemplo ella que me dijo que su nombre traducía miles de cosas que en absoluto recordaré porque en casa no me líe jamás con los Kanji. Mamá no me enseñó de hiraganas y katakanas. En cambio ella, pronunciaba con total exactitud hasta las silentes letras de mi nombre y le añadía endiablada y tiernamente el sufijo –kun, que provocaba en mí unas ganas tremendas de apuñalarme por la espalda y darme muerte por ser tan vil y cobarde con el amor ingenuo de una idiota que no logró ver la calaña de pendejo que tenía metido en su sexo. Ella me dijo “sayonara” ó eso entendí. Me dijo “sayonara para siempre” y creí que era un juego. Creí, como siempre, que nada podría derrumbar mi ególatra y abstracta confianza que se ubica alta con respecto a lo que me resulta tonto y mísero. Cuánta miseria en mi propio ser. Cuánta mentira en mis estúpidas verdades. Nada de nada. El tonto era yo que juraba ser intocable. Pero la impalpable ahora era ella. Ella estaba lejos y su lejanía era proporcional y equivalente a un clavo caliente que atraviesa el meato urinario. Y hablo de un lejos con millas náuticas de distancia. Un lejos intermitente porque con cada carta suya hay un tibio aroma que rodea lo más inhumano de mí. Mi alma por supuesto. El rincón más sucio de mi divina providencia. Por más que apuñale mis recuerdos no logro olvidar su rostro de rasgadas galaxias y de orientales proporciones. Su pelo de delgada oscuridad y su sonrisa de sol naciente. Nada más rítmico que una desgarrada oración ó que un onceavo mandamiento lleno de devotos rencores. Y rezo y rezo para que esto sea pasajero, para que esto sea sólo un sueño o para que todo sea una pesadilla de tierra caliente. Miranda ese fantasma que sólo no lo es dice una progresión de Bixler-Zabala. Pero eso no es suficiente. Mi corazón sigue atascado en una garganta sin amígdalas. Me siento como ése fantasma pero sin la muerte soy incapaz de serlo. Tranquilo grita mi hígado. Fantasmas seremos todos y yo seré el primero. El próximo en turno. ¿Se romperá el límite que carcomen termitas y orugas? ¡PUM! Un disparo en Rivadavia. ¿Se habrá acabado el problema de las monedas? Ya no podré contártelo nena hermosa. Ya no podré saberlo empero de todo. Sólo puedo recordar algo mientras otro “algo”, filoso, se hunde en mi vientre. Nena aprendí del Harakiri. Soy el octavo samurái. El enemigo incipiente. Mientras la sangre se riega por el balcón, sufro un símil sideral. No es mi sangre sino la tuya. La virginal sangre que dejaste en ese hotel de Lavalle. ¿La recuerdas? Yo trapeaba desnudo y erecto mientras tú llorabas ingenua. Tranquila te dije y la hundí seis píes del altura. Ahora sólo me queda eso. Seré un fantasma de recuerdo y medio. Eso no alcanza pero es suficiente para entender cada una de las letras de tu nombre. ¿Por qué te vas? Te dije cuando tu avión despegaba. Anoche era día en Tokio. Si la naturaleza ilógica funciona bajo esa lógica, mañana seré infierno y tú, en tu lejanía, serás un paraíso roto. Un paraíso roto por la luz del tiempo y las heladas nieves del monte Fuji. Sayonara amor mío. Sayonara para siempre. Soy un fantasma gris búho y quisiera decirle a la policía que hay un cadáver en mi balcón.

Bares & Fondas

Un misil en tu placard

A simple vista debo parecer un borracho cualquiera que atesta bares y pubs; nada más cruel y sincero para mis intenciones. Lo que realmente deseo es que el mundo deje de ser un antro de miedos y que me resulte fácil, aunque sea por una vez, decirte que eres la cosa más bella que jamás imaginé; la verdad no sé si escribir en porteño o en un castellano radical; pasa que no soy de esta ciudad, ni de este país, y muy seguramente tampoco soy de este planeta. Mucho me temo que provengo de otra galaxia, del planeta Melmak de dónde también es ALF, ¿Te acuerdas de ALF? Vale pues somos del mismo planeta y no es que tenga obsesión por los gatos ni que tenga el cuerpo lleno de felpa, lo que pasa es que no quiero problemas, lo único que quiero, nena hermosa, es saber cuánto mide tu alma y de paso, saber a qué horas comienza tu happy hour?...