sábado

Esa chica joven

(Acerca de la nostalgia sexual)

“En cierta ocasión, cuando era más joven y bella…”

El maestro dramaturgo ruso Antón Chéjov inicia así uno de sus famosos cuentos: “La Corista”. Yo agrego: “En cierta ocasión, cuando era más joven y bello…” Y le pido encarecidamente al estimado lector que valga el símil ya que estoy por contarle el por qué de mi imposibilidad de amar a cualquier mujer: Valeria, la juguetona rubia del 6-c, me arañó la cara cuando intenté explicarle; Ana, en cambio, reaccionó pacíficamente pero me dejó claro a dónde podía largarme y créame señor lector que no es mi intención ser grosero en este relato. Por otra parte la pequeña Sofía, que parecía una tierna y empantanada gata salida de una novela de Capote, mostró el filo de sus garras y me lanzó seis platos y dos pocillos que hábilmente logré esquivar porque en efecto se me dan bien las artes marciales ya que fui criado por la filmografía de Jean-Claude Van Damme y la trilogía de los Kung Fu Kids. De nuevo, por favor, valga el símil.
No me apetece hablar de mis ocasos sentimentales ni de mis virtudes sexuales (Que por cierto son material propio para una trilogía de novelas), mi interés acá es netamente fraternal y solidario, quiero compartir con ustedes mis más profundos dilemas emocionales y lograr así desatar este nudo de impotencia (Metafóricamente hablando, por supuesto) que me aqueja en esta vigilia crepuscular.

Resurjo entonces: En cierta ocasión, cuando era más joven y bello, me topé con la delirante sorpresa de encontrar una cinta de cine rojo. A mi truculenta mente de pervertido de siete años se le pasó por la cabeza que se trataba de cine soviético. Los nombres de Dziga Vertov, Vsévolod Pudovkin, Lev Kulechov y el mismo Sergei Eisenstein iluminaron mi mente con la brusquedad propia del gen ruso. Y no era para menos. La cubierta de la película estaba llena de un fulguroso rojo sangre que palpitaba amparado por una tradición bélica insufrible. Y hacía frío. Había un incierto aire similar al invierno pero estábamos en un barrio marginal de la Bogotá de los noventas. Afuera llovían bombas y granizo. Pero en mi refugio se respiraba el desértico y gélido aire de las vacaciones decembrinas. Era una Beta de esas que ya no se ven y estaba escondida en las mangas de una vieja chaqueta de cuero propia de la década anterior y que estaba en desuso.
La sorpresa fue inmediata. Toda la teoría del formalismo ruso confluía en una impactante y excitante cinta porno del 84’. El glorioso ‘Kino-Pravda’ o el ‘Montaje de Atracciones’ estaban al servicio del análisis. Y era eso. Ginger Lynn, Tracy Lords y Harry Reems, juntos en esta obra maestra del cine rojo del siglo XX.

Las cosas cambian con el tiempo. Y lo hacen a un ritmo vertiginoso. Lo mismo pasa con los coños. Hoy por hoy la disonante ‘Shaved Pussy’ atesta la pornografía mundial y se cuela entre lo más apetecido por la mancebía actual. Aunque no siempre fue así. Para mi gusto, la vagina más hermosa del planeta la tiene la célebre protagonista del filme: la rubia oriunda de Rockford, Illinois: Ginger Lynn. Y no es para menos, Ginger tiene todo lo necesario: una belleza clásica, melena a punto, unos atrapantes ojos azul almendra y una mirada desestabilizadora. Un cuerpo de curvaturas milimétricas, tetas a medida y pezones tipo mapamundi. Además sabe gemir. El ruido es armonioso y resulta incluso placentero escucharla gritar lo que le gusta, cuánto le gusta y por donde le gusta.

Nacida en el 62’, entró en el negocio del cine para adultos en la década de los 80’s. Dejó su ciudad natal tras la muerte de su abuelo y se instaló probando suerte en California. A su bajada del bus en la ciudad de los excesos, se halló de repente sola, perdida y desorientada. Pero dos horas más tarde estaba en un motel, inhalando cocaína y cogiéndose a tres motociclistas. Comenzó su carrera haciendo desnudos en la famosa revista ‘Penthouse’ dónde pronto vislumbraría el futuro en las cintas porno. Su primer película ‘Surrender in Paradise’ data de 1984. Ginger cumplía sus primeros veintiún años de preocupada existencia y los había celebrado en las, paradójicamente, paradisíacas playas de Hawaii.

Ese mismo año fue la estrella de otros seis filmes entre los que se encuentra ‘Those Young Girls’ que se tradujo al castellano como: ‘Esas Chicas Jóvenes’. Filme, para mi gusto, de culto. Ginger comparte escenario con otra reina del cine rojo: Tracy Lords, que para entonces suscitó lo que sería una de los más grandes escándalos del celuloide erótico por haber actuado en varios filmes siendo ella menor de edad. Empero del asunto, la cinta es magistral: dos jóvenes y hermosas chicas se entregan a la búsqueda sexual de su identidad y se entregan la una a la otra. Luego de ser separadas por la moral de un estricto padre, las chicas continúan con sus vidas hasta re-encontrarse tres años después en la capital. Para ese entonces Tracy es una reconocida actriz porno y la pequeña Ginger recién llega a la ciudad en busca de nuevos horizontes (Un poco como en la vida real). Después del encuentro, Tracy promete a Ginger meterla en el negocio y le pone cita con un afamado productor que ve en Ginger un notable potencial. Tracy vive con su co-estrella de set: Harry Reems que de inmediato queda flechado por Ginger (¿Pero quien no?). Acto seguido, la hermosa rubia inicia su carrera con tan creciente y vertiginoso éxito que despierta pronto los celos de su amiga Tracy. Incluso Harry y el productor terminan prefiriendo el cariño y el coño de ‘Gi’. Sin embargo, ella sólo quiere la admiración y el amor de alguien: de Tracy. Finalmente, Ginger decide abandonar su nuevo mundo con la única idea de poder estar en paz con la persona que ama y se entrega definitivamente a ésta. Tracy comprende el valor de los esfuerzos de Ginger y se entregan mutuamente en una de las escenas más estimulantes de la historia del universo. La película termina con una treta que el par de amigas le juegan al bueno de Harry pero eso es relleno y ahí siempre ponía ‘pause’. (Lo siento Harry).

En la vida real, Ginger se hizo también de una creciente y abultada fama que la convirtió en una de las más grandes estrellas del cine para adultos de todos los tiempos. Siendo pionera en la penetración anal y la doble penetración, así como también en el ‘Talk Dirty’. Incluso la copiosa de Madonna tomó de Ginger el look que ésta pregonaba con peculiar estilo, en su tema: ‘Like a Virgin’. Y, sólo dos años más tarde (En 1986) Ginger Lynn abandonaría su carrera fílmica afincándose en la industria ya no como actriz sino como productora tras crear su propia línea de videos: ‘Vivid Entertainment’. Años después tendría un par de líos por evasión de impuestos y pasaría una temporada en la cárcel así como también en centros de rehabilitación por su consumo de drogas. Pese a ello, la implacable mujer de tiernos y fieros ojos azules saldría avante de sus problemas personales y de los problemas fuera de alcance. Y, tras superar un cáncer cervical, Ginger regresaría al cine con un par de filmes para adultos y algunas producciones de corte B.

Pero, regresando al tema central, aquella mágica cinta que vivió escondida en las chaquetas de mi padre, fue por largo tiempo mi película favorita. Incluso mis amadas ‘Bleu’ y ‘Rouge’ sucumbieron varias temporadas en la mediocridad del segundo y tercer puesto en mi top tres de amores fílmicos. Y no hubo quejas. Aquél coño de oro invadió todas mis tardes de soledad adolescente y sin darme cuenta y con creciente apego esa fulminante rubia se convirtió en mi idea de la perfección. Ella era mi amor imposible, mi ejercicio para las ansias. Las chicas de carne y hueso eran demasiado reales para mí. Sus chochos tenían olor y sabor y sudaban. Y pedían palabras y pedían taxis después de las sacudidas. Y me pedían amor o más polvos ó más polvos con amor. En cambio Ginger permanecía intacta y hermosa después de cada eyaculada. No pedía nada. Sólo se limitaba a ser ella tras la pantalla. Y estaba allí, esperando siempre a por mí, a cualquier hora, dispuesta a ser mi antro de desahogos. Mi amor perfecto, mi chica eterna.

Un tiempo después, con el ajetreo de alguna mudanza, la cinta se perdió entre cajas y chécheres. Encima la tecnología cambió groseramente y tuvimos que vender el Betamax. Ginger su fue pero en su lugar quedó la nostalgia y el recuerdo. Aquella chica joven había hecho algo con aquel chico joven. Y no era para menos. En mis sueños eróticos sueño que soy Ginger y me escondo en las gavetas de algún padre generoso. ¿Comprenden mi punto?

viernes

El implacable "Yo" que grita susurros

(Extracto del libro: “Mi amigo el cine” de Camilo Barba-Jacob)

La pólvora había roto mis tímpanos después de la tormenta. El cielo rugía potente entre luces y nubes torpes que no tenían ánimo de dormir una siesta. Como era habitual en mí, me encerré en las reflexiones de un filme con claros tintes de existencialismo clerical. Y lloré en mi silencio y reí en mi soledad. Mi alma por aquel entonces medía un metro con noventaisiete y estaba más robusto que raquítico. El aire de la ciudad se consumía con el paso de la noche y había esquirlas de melancolía en mis explosiones subterráneas. El fragor de un verde agrario se instalaba en mí con vertiginoso empuje y morí un par de veces antes de entender mis impulsos. No pude evitar haber nacido campestre, y de lejos, olvidar el aliento de las gallinas matutinas y el amparo de las vacas hijas. Soy simplemente un salvaje armado de ideas vagas porque hasta el carisma se pierde con los años. Mis únicos amigos aguardan por mí en estuches de cartón y plástico, sus vidas duran lo mismo que una película y son todo lo que necesito en esta noche de rara fiesta ambarina.

miércoles

El Monstruo y Yo

(Acerca de la belleza)

Recorrió un espacio alterno a la morfología habitual del universo después de cepillarse los dientes con sarna y crema dental de un azul entrecortado y viscoso. Unas diminutas láminas blanqueadoras brillaban como polvo de cristales en la cima de una lengua marrón. La luz era apropiada y traicionera; un foco tungsteno de veintitrés watts, que curiosamente hacían juego con la edad que festejaba. A tientas podía sentir una serie de baldosines color aguamarina cuyo relieve demarcaba las formas de un cisne obeso o de una ballena en régimen de tunas. El suelo era húmedo y discreto, parecía un tapete persa sobrevolando el pacífico y de la oblonga cuna de suciedades emergía un halo mentolado que invadía el techo y le dejaba marcas inolvidables de eucalipto y hierbabuena. Ruidos entre esmeralda y nácar en el raso hueso de concreto. Y había un abucheo de emociones en algún desierto del hipotálamo: ‘Nada mágico en el llanto de un zancudo viciado a la mierda de retrete’- Pensó impotente. Sólo un cuento medieval de balneario podría calmar las torpes indagaciones de un ecléctico fantasma de verano. Salió imperturbable y escupió deseos llenos de rabia y lívido. Afuera hacía sol y la temperatura amenazaba ráfagas de fuego. Pero él permanecía impenetrable en unos ajustados y herméticos pantalones color rojo ardilla. Su aspecto era agradable pese a las hendiduras del tiempo. Tenía marcas más agudas en las mejillas y en la mente. Su pelo remembraba a un psicodélico grupo de los setentas pero bajo el flequillo se escondía una calvicie prematura. Más abajo había una raya en la piel que se hacía nítida con el fastidio del sol y bajo un escuálido y baldío pecho vivía radicada, desde hacía meses, una foránea y abultada barriga que no pagaba renta. El tiempo ruge- Pensó al instante. Sobre una planicie de ladrillo un espejo sucumbía atolondrado. Y duele- Repuso con tristeza. El año de sus veintitrés años había llegado con una opaca nube de imperfectos. Fallas de concepción en su factura que él daba por nimias un año atrás. Era demasiado enano y tenía huellas de angustia en el cuello y brazos. El acné había demolido la mitad de su piel facial y tenía la espalda chueca. No tenía hombros ni carisma. Sus pantorrillas eran demasiado delgadas y sus muslos demasiado flácidos. La boca era desproporcionada y las cejas no tenían un patrón lógico de conducta. Empezaba a perder visión, olfato y oído .Las coyunturas hacían ruidos estrepitosos al mínimo movimiento y los dientes perdían calcio sin tregua. Me fui a la mierda- Pensó afligido. Apagó la luz y se fue a la cama pensando en su ocaso social. No era bello ni tenía auto. Lloró un rato en silencio pero las lágrimas no eran ordenadas y hacían mucho ruido. Entonces dejo de llorar. Una neurona imprevistamente reclamó en un gélido pensamiento: ‘Parece que aún queda algo de corazón…’. Hubo un silencio y hubo un letargo amparado por parpadeos descoordinados. Sin embargo, algo todavía se movía en medio del pecho. Un leve e ininterrumpido bombeo de diáfanas respiraciones se sucedían en aquel cementerio. Eso si que es un defecto- Replicó. Y de repente, casi como una orden celestial, el monstruo cerró los ojos con fuerza y soñó que era el ser más hermoso del planeta. Por supuesto, en el sueño del monstruo no había espejos.

domingo

Octubre Negro

(Sensación arrabalera)

Hay trastornos ocultos en nuestras mentes. Trastornos que se delatan por la oquedad intensa de una mirada. El disloque apenas vago de una retina llena de imágenes ardientes pegadas en las paredes del ojo como recortes de periódico en el vientre del más absorto de los asesinos en serie. Crónicas amarillas de sangre y dolor. Sangre roja y espesa, dolor altamente consumible por las adictas vísceras del insaciable humano. Punto. Y, aparte. Hay deseos cargados de veneno en nuestras mentes. Deseos que viajan vertiginosos, vía intravenosa, por el cuello hasta llegar al más recóndito y férvido espacio del cerebro; venenos de rabia, ira y afanes faltos de lucidez que dejan entre ver, como el picaporte voyerista de una puerta de madera, la ráfaga de salvajismos que en nuestro inconsciente duermen. Y llueve, y hay nieve y olor a nicotina mezclada con alcohol y algo de tango. Esta noche soy la materialización de la furia hilvanada por el denso ocaso de un suicidio vecinal que me hace sentir más vulnerable que siempre. La muerte me toca con las yemas de su guadaña en cada respiro, desde hace más o menos un longevo y desértico año. Rompo la hegemonía de lo justo castigando a diestra y siniestra los oídos inocentes de los gatos de mi alcoba. Les canto lo que no se merecen, lo que merezco yo y hay llanto y cólera y silencios mezclados con nicotina y alcohol y algo de tango. Existe energía simétricamente rota por la quietud del tiempo y entonces la ciencia, geológica en su título, las llamas rocas o piedras y sin coherencia en los agravios somos atacados por una energía furiosa que viaja en el viento hasta rompernos la calma y hay un clic en el estallar y en el estallar hay una respuesta violenta y en la respuesta violenta hay pata, puños, sangre y en el peor de los casos hay piedra y palo y manes más gigantes y fuertes que uno que por ende le rompen la crisma y el ego a los foráneos románticos. Y hay puntos y apartes. Puntos en la boca de alguien y apartes en la vida de todos. Costillas rotas y moretones y labios rotos y desmayos injustificados y tomografías y huesos hinchados y al fin y al cabo hay risa y hay complicidad porque también hay olor a nicotina mezclada con alcohol y algo de tango. Si, algo de tango.

LA REINA LEONA

(Madre no hay sino una pero ¿por qué preciso me tocó a mí?)

Existe una mujer que sin saberlo ha sido la protagonista inamovible de mi vida. Ha sido galardonada con los mejores premios y en los mejores festivales de toda la galaxia y en especial de mi alma. La tengo puesta en lo alto de mi estantería de emociones, junto a lo que llamamos amor. Ella es todo lo que tengo en mi cabina de trofeos, es dorada y brilla con luz propia. Es el premio de la academia que jamás recibiré. Es el homenaje imposible. Nada en el mundo me funciona para explicarle lo mucho que me importa su humanidad. Su amor de madre que me es suficiente para soportar setenta holocaustos más. Su compañía de mujer que me arropa cuando hace viento y me moja cuando hay verano. Nada funciona para explicarle que sus palabras son calmas y energéticas al mismo tiempo. Que sus preocupaciones por mi bienestar y por mi vestir en actos formales son todo lo que concibo como cariño y estilo. Que mi ropa limpia sólo luce limpia cuando la lava ella y que jamás estaré tan complacido con otros desayunos. Sólo con los suyos. Con sus huevos rancheros, su chocolate espumoso y sus arepitas de queso. Que mis dolencias sólo se calman cuando es ella quien me cuida. Que ella es todo. Que es la compañía perfecta. Que aún cuando dormidos, me habla. Entre sueños. Como una radiola encendida en medio de la quieta noche. Inaudible, inentendible, pero perfecta, sincera, sonora. Hermosa. Como un atardecer en el llano. Rojizo, naranja. De aires perfectos, cálidos, ruidosos. En simétrico claroscuro: sol y tierra o luz y sombra o amor y fiereza. Dulce ella, como una luciérnaga cantando boleros en medio de una oscura noche de campo o una marmota que baila merengue en un elástico piso de madera rechinante. Así de dulce y esquiva con la tristeza. Sus parábolas de la vida son el tercer testamento de la biblia que jamás me obligó a leer. Creo en Dios pero creo más en ella. Ella es más real y fantástica. Se atora con el arroz y tose por las noches. Hace gimnasia nocturna mientras mira caprichosa sus novelas y pedalea y pedalea en su bicicleta estática para bajar alguna mal habida grasa. Y escucha el ruido tempestivo de un coloso tenor empujado por el viento errante de los diminutos pulmones de mi alegre hermana. Y sus oídos no saben de Charlie Parker ni de Miles Davis pero ella ríe y es feliz contagiando sueños y durmiendo los domingos después de un suculento ajiaco con crema de leche. Ella es así y no sé si nos conocemos desde que vivía dentro de ella o si fue desde que nos vimos por primera vez en el mundo, en todo caso, y fuese como fuese, estamos obligados a llevar la cara del otro impresa en nuestra propia cara. Pues yo me parezco a ella y ella se parece a mí. Pero ella es mejor porque es mi madre y me gusta su melena de reina leona. Ella ruge y cuida de sus dos cachorros leones. La nena del saxofón y el nene de la cámara. Es el ejemplo perfecto de la superación y de la lucha. Un emblema del laburo diario. La leona de zoológico que se hizo reina de la selva. ¡Bravo mujer! Y, lo mejor es que ambos somos muy lindos y nobles, y nos gusta dormir cuando una película es mala. Recuerdo una foto que me enseñó la abuela: era el cumpleaños quince de mamá y ella posaba distraída mirando un horizonte de luz tenue con un pelo largo y robusto, y un vestido rosa que se ubicaba estricto en su cuerpo de quinceañera para evocar por completo la imagen fiera de una virgen de pueblo con la mente esquiva al dolor y el amor intacto por la vida. Me pareció hermosa al instante. Parecía salida de un cuento de hadas y princesas. Y es que eso es para mí. Una princesa que vive cruzando la Cali. Una ninfa angelical que viaja en su Fiat siena color ceniza por una ciudad del mismo color. Una cenicienta a prueba de brujas y altercados. Y si la genética es perfecta en su ciencia entonces, al igual que ella, a mis cuarenta y tantos, seré el humano más hermoso del planeta. Pero ojo, no por los genes, sino porque soy su hijo y ella me ha enseñado todo lo que sé.

jueves

LA IMPERFECCIÓN DE LAS FORMAS

A
(Límites)
Alguien no ha estado haciendo su tarea de geometría. En algún momento del día el mundo perdió el equilibrio armónico de sus formas. Esta mañana, todo guardaba un orden espacial. Las formas del universo me eran equilibradas y proporcionales. Una nube ocupaba el mismo espacio aéreo de un avión y una rata en china ocupaba el mismo espacio terrestre de un zapato sucio en Buenos Aires. Sin embargo, entrada la tarde, algo rompió la hegemonía sideral. Mi habitación se hizo gigante al verme solitario y desnudo y yo era una minúscula versión de mi humanidad matinal. En contra parte, tu cuerpo, nena hermosa, continúa esbelto, perfecto y lejano. Corazón, estoy en el tercer cuadrante “y” negativo en 3 y “x” negativo en 3.

B
(Cóncavo)
Perdona, me fui sin despedirme. Es que estabas tan dormido que pensé en dejarte así. Igual roncas una barbaridad y no me escuchaste cerrar la puerta. Por cierto, saqué la basura y planché tu camisa de rayas. Al baño hay que darle un arreglo y te dejé sopa en la heladera. Sabes que te quiero, pero no te pongas fastidioso después de eyacular. Consigue por favor un trabajo de verdad y sé más calmado al verme desnuda. Mi vagina no es sólo un antro en el que debes meter tu pene. Hay pliegues sabes, hay formas fantásticas escondidas en las profundidades. Siempre hay otra forma de hacer las cosas. Siempre hay otros agujeros y en el mejor de los casos, siempre hay otras respuestas.

C
(Convexo)
No sé cuál es el tiempo exacto entre el primer y el segundo coito. Supongo que no hay un tiempo estándar. Varias veces me he ido en blanco pero soy bueno contando cuentos después del primer y único coito. No soy tipo de varios coitos. No soy tipo de muchas cosas. Las hazañas heroicas de la vida sexual se las dejo a otros. Lo mío es el cine y el fútbol. Pero no siempre ha sido así. Aquella vez lo hicimos nueve veces en seis horas. Probamos de todo. O al menos agotamos juntos todas las referencias literarias, fílmicas e imaginarias. Todo. Sin embargo, creo que jamás tuviste un orgasmo. Y no creo que se deba a mis imperfecciones físicas. A mi eyaculación precoz o a mi impotencia prematura. Creo que se debe a otro tipo de defectos pero me conoces y sabes que tengo mis propios temores. Soy incapaz de apagar la lamparita.

D
(Unión)
Estoy en un antro de mala muerte. Eric me presenta a su nueva amiga Débora. Débora es sensual pero está algo alterada. Me lleva al baño de chicas y me pone algo en la nariz. Pica. Débora y yo bailamos un rato. Nos besuqueamos y hablamos de política. Eric regresa con una nueva amiga: Angélica. Angélica es menos sensual que Débora pero está más caliente. Débora y Angélica bailan juntas. Eric me convida porro. Yo voy a mil. La mesera me pone un vodka y le pellizco las nalgas. Parece disfrutarlo. Angélica me agarra el paquete y me pilla tieso. Eric pide un taxi. Voy primero al baño con Débora. La nariz me pica el doble. Llegamos a un diminuto y sucio albergue en Rivadavia. Pedimos una habitación con vista a Mercurio, sodas y una botella de champán. Pero el botones nos conduce por un interminable y descubierto corredor con rumbo a una suite en la que un catre abandonado y una mesa de algarrobo se ubican implacables. Débora ríe y el planeta se ilumina. Angélica se quita las bragas y Eric se ilumina. Yo no me ilumino. Yo pienso. Pienso detenidamente en el cometa Halley. Unas tres horas después estamos dormidos sobre el viejo catre.

E
(Intersección)
Yo la tenía agarrada por la espalda. Lo empujaba millas náuticas de profundidad desde allí. El sofá era estrecho pero daba abasto para los tres. Ella estaba al medio, tenía un olor perfecto y un máster en crítica cinematográfica. Él, la atoraba por el frente. Mientras la cogíamos, charlábamos entrecortadamente.
Yo: Pero… si lo ves de esta manera, es sólo una ruptura de las formas de representación tradicional… en la praxis narrativa, las historias van de lo mismo de siempre…
Ella: Pero vos fijate… son interminables planos de un boludo con cara de orto que no expresa nada…
Yo: Claro que expresa… pero es otro tipo de expresión… nos está diciendo que esto es sólo una representación de la realidad… un distanciamiento… pero que aún así duele…
Ella: ¿Eso dice?
Yo: Sí
Ella: ¿Según vos o según él?
Yo: Según yo
Ella: Ahí está el tema
Yo: ¿Qué tema?
Ella: Que vos no sos él
Yo: ¿Y eso qué tiene que ver?
Ella: Que yo veo otra cosa… veo que es un pelotudo que pierde tiempo útil poniendo planos de otro pelotudo con cara de nada que sufre miles de cagadas todo el tiempo…
Yo: ¿Y así no es la vida acaso?
Ella: ¡Claro que no!... la vida es… es… bueno ¿qué se yo? ¡Anda a cagar!
Tener la razón es bueno para el ego. Hay fantasmas del pasado, razones viejas que perdiste, que se niegan a desaparecer. Lo ideal sería que existiera suficiente razón para todo el mundo, pero como sabemos, el planeta es demasiado pequeño y demasiado estrecho para tanta gente razonable.
Él (Interrumpe): ¡Che boludo tené cuidado que te sentí las bolas!!!

F
(Diferencia)
Melvin, el primo de Rafa, se estaba quedando con nosotros. Como se sentía solo, le presenté una vieja amiga neozelandesa y le presté mi colección de revistas adultas. Melvin limpió el baño el segundo fin de semana. Arregló un par de goteras y me invitó un par de veces a cenar. Luego me envío con un buen fajo de billetes al cinema. Me lo pensé un poco y entendí la movida. Me sentí traicionado. No le había presentado a Kim con fines sexuales. Era sólo compañía y el muy perro me estaba jodiendo. Ella era mi espacio perfecto para las ansias. Dejé a medio terminar esa estúpida cinta argentina y regresé, chuchillo en mano, a mi departamento. Pero sobre el tapete persa se ubica completamente solitario y desnudo un extasiado Melvin. Busqué por todos los rincones de mi mono-ambiente a una caleta y traidora Kim pero no encontré nada. Total, dejé todo intacto. Mis revistas estaban a la mano y ahora que recuerdo Kim está algo obesa.

G
(Algebra)
Fep había salido con Andy a un viejo conventillo de tangos. El cantante tiene la misma estampa de Alex pero cincuenta años hacia el futuro. Es la vejez física que le espera. El sujeto del bandoneón sangraba a cántaros por la nariz pero seguía allí, ubicado en su mundo de teclas y opresiones. El sonido era bestial y doloroso. Como un pisotón de pie grande. Al tipo de la guitarra la sientan bien las medias naranja. Su mujer, una robusta cenicienta, es linda pese a la grasa. En la mesa contigua se ubicaban un par de chicas. Una algo mayor, cuarenta a lo sumo, la otra, en contraparte, más bien joven. Veinte a lo sumo. Ambas gigantes y bellas. Uno ochenta a lo sumo. Fep sostiene que son pareja. Andy dice que puede ligarse a la joven con algo más de licor en la cabeza. Alex termina su canto. Hay aplausos y una que otra copa rota. La chica joven se dirige al baño. Andy va tras ella pero pierde ante una diminuta y divertida filósofa de apenas dieciséis que la acuella primero. Andy regresa deprimido a la barra. Fep se está ligando a la mesera. Una escuálida alemana de nariz afilada. Andy va a por la mujer mayor pero fracasa una vez más. Fep recibe una abofeteada y arma escándalo. Alex golpea a Fep y arma escándalo. Andy golpea a Alex y está borracho. El tipo de la guitarra arma escándalo y su regordeta novia le apoya. La mujer mayor descubre a su novia en brazos de una niña y también arma escándalo. Al fondo, en el rincón más oscuro del lugar, observo ebrio y distante la situación. Intento ligarme al tipo del bandoneón pero fracaso. Yo no armo escándalo pero igual sufro. Pido otro whisky y regreso a mi oscuridad esquivando escándalos.

H
(Trigonometría básica del alma)
P ama a N y no puede vivir sin él. Ó al menos eso dice P pero P no ha intentado, ni de lejos, tratar de vivir sin N. A N, le interesa P pero su atracción no es proporcional ni equidistante al amor de P. Luego el trayecto P-N es más prolongado e intenso que el trayecto N-P. C es un ángulo obtuso. Ó al menos así lo han llamado todas sus antiguas novias. Luego C es un tipo plano y de apertura 180°. Una raya. C dice amar a P pero P apenas nota a C. N se divierte con C pero N y C no pueden relacionarse porque N y C son ángulos de la misma apertura y jamás podrán tocarse. Ambos son rayas. C sopesa sus oportunidades con P y decide que lo más sensato es dar un paso al costado. Ser un inútil cotangente. N intenta unirse a P pero su atracción es demasiado corta. P se desespera y sale a un bar. Conoce a Z. Z tiene dinero y unos grandes ojos azules. Un tipo agudo. Luego la relación P-Z prospera porque tienen ángulos en común. P y Z se casan. Dos rayas obtusas se embriagan por despecho. Luego N y C lloran a cantidades.

I
(Residuo)
Mi relación con la chilena no prosperó. Desde el principio lo supe pero igual no hice caso y me enamoré como una vil mariquita. Ahora sólo me quedan el recuerdo y el vacío. Nena, lo ideal sería que regresaras y que pensaras en mí. Que vengas a buscarme, a pedirme matrimonio. Que nos marchemos juntos al faro del fin del mundo en Islandia y que tengamos una docena de rubios cachorros. Que la nieve calcine nuestros acalorados corazones y que bebamos chocolatico caliente. Que midas uno setenta y que tus medidas sean ochenta y cuatro-sesenta-noventa. Lo ideal sería que no tuvieras novio holandés, que no te hubieras ido dejándome tan triste y solitario. Que fueras más sensible sexualmente hablando y que limpiaras de vez en cuando la cocina. Sé que jamás lo supiste pero eras todo para mí y mis burlas por tu acento eran sólo estúpidas burlas gramaticales. Nena, no debiste haberte ido. No dejándome así, por que ahora que lo pienso, jamás me devolviste mi chaqueta favorita.

LA DIAPASÓN DESECHABLE

Entré a una sala blanca que olía a jabón y cartón en intervalos temporales. El doctor me hace sentar y sacarme la ropa. Pensé en que mis vaqueros necesitaban ser remendados y que mi camisa tenía un leve olor a cigarrillo. Una enfermera se ubica casi imperceptible en un rincón. Anotaba cosas en una máquina. Había pisado mierda de perro unas cuadras atrás y entonces me detuve a pensar un rato en toda la mierda de perro que yace intacta en las autopistas del universo. Perros intergalácticos cagando allí y allá y amos inquebrantables que lanzan peloticas rojas llenas de saliva. Vuelvo al planeta tierra y estoy desnudo frente a dos alienígenas. El doctor me echa un buen vistazo. Me revisa el culo unas seis veces y su reacción no es precisamente agradable. Temí grandes enfermedades terminales y días de dolor cervical. Nada nuevo. “Me ha estado molestando el intestino, no puedo precisar cuál de los dos es pero uno de ellos ha estado fastidiándome”. La enfermera se echa a reír y luego canturrea una canción de los setenta. El doctor parece no encontrarle la gracia y me hunde el apéndice con sus heladas manos peludas. “´Ése es” digo pero parece que nadie me ha escuchado. Nada nuevo. Tal vez es que hablo muy bajo o que mi tono es imperceptible para sus orejas igualmente peludas. La enfermera le echa un vistazo a mi paquete y su rostro es lamentable. Pienso en todos los rostros lamentables que he visto. El mío encabeza la lista. Un ruido sale de la garganta del doctor y su mano peluda arremete ferozmente contra mi pecho. Algo allí se mueve y siento vértigo. El doctor pone allí su estetoscopio y ríe a carcajadas, llama a la enfermera y ella también ríe. Yo no río. Yo no lloro. Yo sigo igual. Intacto. El doctor vuelve a su escritorio y revisa sus apuntes. “Es algo serio” dice. Me entrega una hoja de diagnóstico. Hace frío y apenas puedo verme el pin. “¿Puedo ponerme la ropa?”. Mientras me pongo los vaqueros pienso en que sus rotos andan bien y la camisa tiene a la larga un olor muy mío. Leo atentamente la hoja y estoy de acuerdo. Pienso en los perros de otro mundo, en sus cagadas. Cierro la puerta y el olor a jabón y cartón desaparece. Me invaden la oquedad y el pánico. El estado anímico de la sala de espera es deplorable. Una anciana me sonríe a lo lejos pero debe ser por efecto de la morfina. Está conectada a la tubería del hospital ó a la de la ciudad entera. Nunca se sabe. Pienso en una vieja amiga de infancia que murió en un accidente de coche el mes pasado, pienso estúpidamente en sus intrigantes ojos pesados. En sus curvas llenas de lata y sangre. Invito a una copa a la anciana y abandono el lugar dejando unas hermosas huellas de mierdita.

HOSPITAL GENERAL DE Ms. As.
Paciente: GARCÍA, Sócrates
Edad: 22
Doctor: Sujeto de manos frías y peludas.

DIAGNÓSTICO:
El paciente no termina lo que empieza. Es mediocre en todas las actividades que emprende. Es terco anímicamente hablando. Presenta fallas de concepción en la realidad. Sufre ataques de imaginación seguidos por largos espasmos de silencio y quietud. Presenta avanzada infección del carácter. Es impulsivo cuando opina y su capacidad de mentir es crónica. Es altamente influenciable y presenta ridiculez, pesimismo y frustración en todas sus relaciones sociales. Presenta un tumor artístico en algún lugar del duodeno. Sufre de hiper-soledad avanzada y se precisa la extirpación de testosterona URGENTEMENTE. Además de transfusión de euforia y felicidad en dosis alarmantes. Un corte de cabello y una buena chica serían más que suficientes.

RECETARIO:

-Cerveza en ayunas. Todos los días por unos doce años más.
-Pase de coca cada seis horas.
-Sexo animal. Cuatro veces al día.
-Compañía ilimitada de amistades. Presencial y no presencial. (No exceder su consumo)
-Play Station 3. Dos jugadas al día.
-Farra. Día de por medio.
-Viajes. Dos veces al mes.

Además de ello, el paciente precisa atención, amor y cariño por parte de todo el mundo.
Bajo la tutela de él mismo, el paciente acepta someterse a cualquier tipo de tratamiento y/o terapia que le ayuden a hacer algo en la vida.

La Cáscara

Eso somos. Un equilibrio roto. Un cáncer de alma. Una línea oblicua. Una teja que deja pasar agua, tiempo y rayos de abrupto sol. Eso fuiste. Una carretera de accidente. Una luna menguante. Un iceberg hunde-cosas. Un turrón de azúcar. Eso eres. Una persiana entreabierta. Una puerta a medio cerrar. Un atardecer de oriente. Un arcoíris de cuero. Una fruta que se niega a ser abierta. Un vegetal en tetra pack. Un girasol enlatado. Hurra. Esto soy. La represión. La mórbida y fatua represión. Y, duele. Reconozco ese ardor. Tengo un doctorado en ardores y represiones. Un máster en olvidos y heridas emocionales con énfasis en llanto ocasional. Sé de estas cosas. Existe un manual. Una guía actualizada. Jamás seré. No quiero ir tan lejos. Acá está bien y nadie lo sabe. Pocos lo entenderían. Sólo tú. Ajá. Sí. Sólo tú. Gracias por eso. Ahora huye lejos, lejos para no volver. Acá sólo hay lugar para uno como yo. Conmigo basta. Lo lamento. Mejor suerte en tu próxima reencarnación. Saludos de mi parte. Abrazos por allá. Escríbeme canciones de incoloro ritmo y consíguete un coño violeta. Idiota de mierda. Inquilinos nimios y foráneos. ¿Tú? Menuda payasada. Algunos confunden vagancia con la necesidad extrema de hacer “algo”. No te necesito. ¿Plural? Responde tus llamaditas hijo de mil putas. Y, luego eructa incoherencias cerebrales. ¿En la cena? Come tu comidita saludable. Metete el dedito en la llaguita. Sangrecita burguesita. Globulitos proletarios. Melenitas comunistas. Chiritos capitalistas. Y, dátelas de superhombre. Lee mucho y quítate las caries. Madrugar al mediodía. Y, sentir frío. Más nada sentir, bufanda de arrecheras. No le tengo miedo al sueño. Elefantes de Saturno. Gritos de almohada. Susurros de sábana mugrienta. Colchones de espuma y densas hendiduras. Dislocación de la médula espinal y rugen costillas de cristal. Madurez de aluminio desechable. Hierbita sabatina. Risita maliciosa y huevona. Descuadre espacial. Comilona de texturas. Pobre mariquita. Barba infértil. Baldíos terrenos de mejilla y cumbamba. Vendo y permuto. Comparemos. Parcas mentes juveniles. Y, dizque criticando. Zapatero a tus zapatos. Pecueca flácida y festiva. Leche de botella. Huevitos alemanes. Salchichones dizque daneses y chucha bien criolla. El que le gane a despertarse. A ser más tosco. Más imbécil. Más huraño. Perdí ó gané, la verdad es que ya no recuerdo. Pero eso somos. Los perdedores o ganadores de algo que se nos escapa. Que va más allá. Que nos consume y tiene garras. Nada fui. Nada seré. Mañana en la mañana habrá un nuevo carpintero. Un nuevo funeral. Un nuevo Dios y quizás un día menos cabrón. Por eso vuelvo y le digo señora, que sí, que reconozco ese ardor, que puedo manejarlo. Ahora, suelte esa pistola, bájese la falda y dígame en qué puedo ayudarla.

LO QUE EL VIENTO NO SE LLEVÓ

I
Crecí en dos lugares distintos a la vez, uno de ellos era un barrio en la periferia Bogotana y el otro lugar, un poco menos denso y cruel que el primero, era mi cabeza; solía pasar tardes enteras divagando en las atiborradas autopistas de mi mente: pensaba en qué se sentía al acariciar una vagina o que se sentía tener pelos en el pubis y de golpe pasaba a imaginar qué sería de mi vida treinta años después para luego pensar en el próximo episodio de Dragon Ball Z y finalmente regresar a lo primero: las vaginas. Igual, diez años más tarde, heme aquí, lejos de aquel barrio de infancia, lejos de aquella ciudad de infancia y lejísimos de aquel país de vida; empero, vivo en dos lugares distintos a la vez, uno de ellos es un barrio en la periferia Bonaerense y el otro lugar, un poco más frío y misterioso que el primero, es en el país de la duda; suelo pasar noches enteras preguntándome por qué mierdas adoro tanto acariciar vaginas.

II
¡Hola! Vivo en el piso siete de un edificio de jubilados. Lo más nuevo acá es el ascensor que se descompuso la semana pasada. El conserje es un tipo simpático que siempre me saluda con una palabra distinta cada tarde: maestro, amigo, chabón, pibe, son las únicas que recuerdo. En la alcoba contigua viven un estridente sujeto con mirada precisa que trabaja en un call center y un comunista lector que busca empleo empedernidamente. Mi compañero de cuarto es un distraído cajero de supermercado que usa ropa pequeña. La cocina es un amplio monasterio de mugre que nos negamos a limpiar y el baño es un estrecho mundo de pelos. El balcón está siempre lleno de agua y cenizas y en la sala hay un tapete persa atestado de moronas. Al escueto comedor le faltan dos patas pero creo que arreglamos aquello con los volúmenes de antología de Los Miserables de Víctor Hugo. Valga el símil. En las mañanas compartimos silencio con café y una que otra tostada. En las noches en cambio, somos miembros de un parco cine-club que hemos creado con el único fin de sopesar nuestras espantosas realidades. En la minúscula pantalla de un pc portátil divisamos la majestuosidad del séptimo arte y siempre que culmina una cinta solemos hacer tres minutos de silencio, fumamos un cigarro y nos vamos, sin decir ni una sola palabra, a nuestras respectivas camas. Es así desde que tengo memoria. Desde que vimos El Inquilino de Polanski, decidimos dejar cerradas las ventanas, luego con el asunto Hitchcock quitamos la cortina del baño y con el tema Bergman dejamos de jugar ajedrez. El punto es que se avecina un ciclo de Pasolini y me gustaría nena hermosa que por esos días vengas a visitarnos ¿puede ser?

miércoles

"Sayonara" para "Siempre"


"El Universo, nena, es demasiaso pequeño para los dos..."

Ella me dijo que todo comenzaba como ahora: una ceniza en el asfalto y un avión a miles de pies de altura. Ese era el secreto y jamás logré entender su estrecha mente de tonta hermosa. De hermosa que se largó con las migajas almas de un sediento e insípido muñeco de aserrín. O sea yo y o sea mi alma. La nada misma puede ser representada por un escueto sujeto que fuma en la lejanía del Ezeiza. El todo mismo, en contraparte y por desgracia, puede ser representado por una nipona que regresa a su país de origen, que perdóneme el shogun, significa decadencia hecha república. Pura y física decadencia que ni el famoso origami, por el que perdí no sólo cinco sino seis polvos suyos, puede ayudarme a sobrellevar. Ella me enseñaba a hacer ovejitas y constelaciones de papel y yo le enseñaba que debía abrir más la boca si quería no lastimarme mientras vivíamos el sexo oral. Total, su boca de nipona jamás aprendió de mis genitales y yo, en cambio, tengo una flota de portaviones en el bolsillo. Nada más didáctico y pedagógico para mis adentros, sin percatarme de la lógica ambigua que rige el universo, aprendí a romper la hegemonía de todo aquello que me lastima y me es necesario, útil, efímero y fantástico. Como por ejemplo ella que me dijo que su nombre traducía miles de cosas que en absoluto recordaré porque en casa no me líe jamás con los Kanji. Mamá no me enseñó de hiraganas y katakanas. En cambio ella, pronunciaba con total exactitud hasta las silentes letras de mi nombre y le añadía endiablada y tiernamente el sufijo –kun, que provocaba en mí unas ganas tremendas de apuñalarme por la espalda y darme muerte por ser tan vil y cobarde con el amor ingenuo de una idiota que no logró ver la calaña de pendejo que tenía metido en su sexo. Ella me dijo “sayonara” ó eso entendí. Me dijo “sayonara para siempre” y creí que era un juego. Creí, como siempre, que nada podría derrumbar mi ególatra y abstracta confianza que se ubica alta con respecto a lo que me resulta tonto y mísero. Cuánta miseria en mi propio ser. Cuánta mentira en mis estúpidas verdades. Nada de nada. El tonto era yo que juraba ser intocable. Pero la impalpable ahora era ella. Ella estaba lejos y su lejanía era proporcional y equivalente a un clavo caliente que atraviesa el meato urinario. Y hablo de un lejos con millas náuticas de distancia. Un lejos intermitente porque con cada carta suya hay un tibio aroma que rodea lo más inhumano de mí. Mi alma por supuesto. El rincón más sucio de mi divina providencia. Por más que apuñale mis recuerdos no logro olvidar su rostro de rasgadas galaxias y de orientales proporciones. Su pelo de delgada oscuridad y su sonrisa de sol naciente. Nada más rítmico que una desgarrada oración ó que un onceavo mandamiento lleno de devotos rencores. Y rezo y rezo para que esto sea pasajero, para que esto sea sólo un sueño o para que todo sea una pesadilla de tierra caliente. Miranda ese fantasma que sólo no lo es dice una progresión de Bixler-Zabala. Pero eso no es suficiente. Mi corazón sigue atascado en una garganta sin amígdalas. Me siento como ése fantasma pero sin la muerte soy incapaz de serlo. Tranquilo grita mi hígado. Fantasmas seremos todos y yo seré el primero. El próximo en turno. ¿Se romperá el límite que carcomen termitas y orugas? ¡PUM! Un disparo en Rivadavia. ¿Se habrá acabado el problema de las monedas? Ya no podré contártelo nena hermosa. Ya no podré saberlo empero de todo. Sólo puedo recordar algo mientras otro “algo”, filoso, se hunde en mi vientre. Nena aprendí del Harakiri. Soy el octavo samurái. El enemigo incipiente. Mientras la sangre se riega por el balcón, sufro un símil sideral. No es mi sangre sino la tuya. La virginal sangre que dejaste en ese hotel de Lavalle. ¿La recuerdas? Yo trapeaba desnudo y erecto mientras tú llorabas ingenua. Tranquila te dije y la hundí seis píes del altura. Ahora sólo me queda eso. Seré un fantasma de recuerdo y medio. Eso no alcanza pero es suficiente para entender cada una de las letras de tu nombre. ¿Por qué te vas? Te dije cuando tu avión despegaba. Anoche era día en Tokio. Si la naturaleza ilógica funciona bajo esa lógica, mañana seré infierno y tú, en tu lejanía, serás un paraíso roto. Un paraíso roto por la luz del tiempo y las heladas nieves del monte Fuji. Sayonara amor mío. Sayonara para siempre. Soy un fantasma gris búho y quisiera decirle a la policía que hay un cadáver en mi balcón.

Bares & Fondas

Un misil en tu placard

A simple vista debo parecer un borracho cualquiera que atesta bares y pubs; nada más cruel y sincero para mis intenciones. Lo que realmente deseo es que el mundo deje de ser un antro de miedos y que me resulte fácil, aunque sea por una vez, decirte que eres la cosa más bella que jamás imaginé; la verdad no sé si escribir en porteño o en un castellano radical; pasa que no soy de esta ciudad, ni de este país, y muy seguramente tampoco soy de este planeta. Mucho me temo que provengo de otra galaxia, del planeta Melmak de dónde también es ALF, ¿Te acuerdas de ALF? Vale pues somos del mismo planeta y no es que tenga obsesión por los gatos ni que tenga el cuerpo lleno de felpa, lo que pasa es que no quiero problemas, lo único que quiero, nena hermosa, es saber cuánto mide tu alma y de paso, saber a qué horas comienza tu happy hour?...

martes

Crónicas de un Pelotudo

De lo ruin, lo ilógico y ah si,… el recuerdo.

I
A 4° bajó el sábado. Ahora si es otoño a pleno “Che” dicen en la tele. El clima no le hace reverencia al nombre de la ciudad. Los aires malos la verdad, de buenos poco la verdad, de fríos todo la verdad. Esto, socio, es una suerte de París sudamericana y la conglomeración de extranjeros la hace una metrópoli, al igual que su pasado cultural y político pero sabe qué, dejémonos de huevonadas, Bogotá no tiene nada que envidiarle a ninguna ciudad del mundo. Extraño un montón esa espesa atmósfera de humo y el grisáceo perfecto del asfalto de las atestadas avenidas de caóticos y decadente buses en eternas horas de tráfico incesante y atiborrados pensamientos que nos conducen al zénit de la ilógica conducta y al ortodoxo desorden que deja tras de sí el sabor apenas universal de una manzana de hielo o de un puñal sin afilar, sucio y con la seca sangre de un fulano anterior. Es una inseguridad perfecta, metódica en su génesis. Bendita la hora en que el éxodo, paradójicamente español, decidió construir un pueblo en medio de las montañas; sólo a los putitos se les pudo haber ocurrido. Indios maricas, pobres indios maricas angustiados por su tierra de verde intacto; maldición de mediodía que arropa a toda la puerca procedencia. Mestizo es el gentilicio de mi continente; hijueputas españoles arrechos, culiarse a una india por desparche y más tarde sacar oro de la laguna, menuda vida de reo. Pablito clavó un clavito. Más del Hércules de tercera que del Barça o del Madrid, y, esperar que no se lo dejen hundir por un equipo inglés. España, culo del mundo, y, nosotros, hijos de ése culo. Una suerte de pedo es lo que somos, pero, un pedo influido por el hedor de los herederos directos de la estirpe británica. Pobre gringos malparidos. Y, uno deseando haber nacido centroeuropeo, poder decir, Víctor Hugo nació en mi país. Ó, Godard nació en ese hospital y señalar con el dedo el edificio de la otra esquina. Pero, obvio no. Europeos de mierdita. Persianitas de madera, balconcitos de rejitas, monoambientes mariquitas. Calefacción para el invierno y ventiladores para el verano. Saquitos de lana para el otoño y en primavera estar pendiente: gafas de sol o un paraguas. Injusticia, peleemos, defiéndete pelotudo, únete a mi sindicato y gana un bono de descuento en la peluquería. Hoy no trabajemos que hay manifestación. Mañana durante el laburo, tomémonos un matecito mientras la fila no avanza. Me sirve el 92 pero no sé dónde para, monedas de mierda, país sin moneditas, Kioskos de mierda, caramelos para completar el peso porque no hay cambio, o juguitos “tang” que son baraticos. Cuatro juguitos, cinco juguitos, jueputas juguitos. Callecitas francesas, cafetines franceses, apelliditos europeos. Boluditos todos. Mamasitas todas, perras coquetas todas, creídas todas, indiferentes todas, estéticamente ricas todas, que culos tan ásperos, qué caras tan lindas, que ojos tan verdes y tan azules y tan grises y tan rojizos. Hijas todas de linaje europeo, todas altas, todas rubias, todas carne, todas hueso, todas con los dientes chuecos y el hombre incorrecto, todas frías y eyaculadoras precoces, todas esperando que un boludo les cante la tabla del cinco. Amor, no nací ayer. Mala ciudad para el amor y para el chocolatico con almojábana. Una sueca se besa con un peruano y una danesa le lame la oreja a un boliviano; en qué momento perdí mi gen indígena, mi espesa malicia de campesino. Que verraquera de país el suyo huevón que tiene verde, coca y agua. Dos agüitas malparido, pa’ que vea huevón. Recemos para que no se nos salga el demonio interior, y es que miedo si daría, imagínese usted flaco, no comerle a un hijueputa colombiano, hijo de un delincuente y de una india, criado en el campo, entre bala y sangre, y vividor de montaña entre frío y guaro. Coma mierda marica, que gente tan brava a lo bien, y, uno, bien chistoso, lejos de toda esa feria de payasadas necesarias, dizque escuchando los Beatles y cortándose el pelo con tijeritas desechables, trasquilándose la mente y viendo películas bravas y leyendo libros bravos, y extrañando flaco, extrañando no sé qué pero extrañando.

II
Todo habría sido más sencillo de no ser por mi afán de cambiar de aires. Ahora es cuando se me pasa por el esófago una insoportable sensación a desgano, a te lo dije o a qué marica para qué lo hice… algo así, no sé; total, tengo la misma impresión de frustre desde hace dos meses y algo. No suelo destruirme a la primera, es más, ni a la última, pero en este caso me resultó ser una cuestión de ego y de guerra unilateral de emociones. Sé que no hay remedio y desearía haber cedido siquiera un ápice a los alardes de mucha gente que tenía, por escasa que fuera, experiencia terrenal. Total, nada. Lo otro que me cabrea en aumento es haber dejado tantas cosas sin resolver, o lo que es peor, cosas que se resuelven en mi ausencia. Eso duele el doble. No sé qué clase de hijueputa deja a sus compinches de vacío en ese estado: uno a por casarse, lleno de dudas y de desdichas pseudo-convencionales; el otro en trance o terapia medico-emocional, llámenle coma o rehabilitación, sinceramente lo que me arde es que no estoy allí para limpiarle las babas, para aplicarle las gotas de los ojos o para tomarle las manos y estimularle las extremidades en aras de que no se atrofie el músculo; ja ja, me río porque no he aprendido a ser buen llorón o como me enseñaron: los hombre no lloran pero créeme dios del cielo que cuánto más te conozco más pienso en lo cruel que nos resulta lo que llaman vivir; el último de los compinches se queda solo, en una suerte de limbo, no es tierra, no es cielo, no es infierno ni una playa de marte, es sólo eso, una nada errática y sin agua, le dejo en el más solitario de los desiertos de la rutina y ruego que lo amparen un par de películas y la literatura maldita que tantas noches nos desveló. Auguro suerte para todos, propongo lo que para mi serían los mejores deseos, pero ése soy yo y puedo estar mal, de hecho, no me cabe duda de que estoy mal. Lo ambiguamente cierto es que no he cambiado de aires, mis heridas siguen allí y yo sigo allí, junto a ellos, sintiendo el perfecto y simétrico caos de la patria y de sus amarguras. Mamá, esa leona de férreos sentimientos para conmigo llora en silencio sin que nadie sepa que sus lágrimas son lo más certero y sincero que jamás existió en el planeta; y lloro con ella pero también en silencio porque como ya dije los hombres no lloran y si lo hacemos, no queremos que se nos corra la pestañina del alma; total, lloro junto a su humanidad, si, a distancia, desde acá, a deshoras, con desfase horario pero lloro con ella. Que no me salgan lágrimas es otra cosa, pero creo que eso se debe al nivel de deshidratación en el que me encuentro, en esta ciudad el verano se pone difícil y 40° deshidratan a cualquiera. En las noches todo funciona inversamente proporcional. Las almas de las locales son tanto gélidas cómo pilas que llevan meses en el congelador, lo único caliente en ellas es la entrepierna y ojalá un poquito de su culo pero eso es todo; si yo tuviese la capacidad de ver más allá del coño, sería el rey del universo, mi mente iría tan lejos y tan ligera de complejos que mi cerebro funcionaría al cien por cien, y creo que eso aplica para cualquier hombre que fuese capaz de ver más allá de un hermoso biscocho femenino, porque nuestra incapacidad humana de evolución emocional radica en la superficialidad de nuestras almas y está bien, lo admito, me enamoro cada dos cuadras porque obvio, la belleza es un mal abstracto y efímero que atrofia todo tipo de naturaleza y por desgracia no estoy exento a ese mal. Aunque bueno, convengamos que como mal, es el más placentero de los delirios. Total, por su ego injustificado y su desprecio por mi raza, jamás sabrán que se pierden al único hombre capaz de poner algo de alma en sus cuerpos. Eso me pone mejor, porque papá antes de partir me advirtió de ser un tipo serio y lógico en mis cosas, y aunque el concepto de lógica y de seriedad sea algo subjetivo logro comprender el significado que papá le da porque obvio, sus lágrimas explican el resto. Empero, lo que papá no sabe es que su vida entera me es lo que a Picasso un esbozo del Guernica. Así. El paisaje turístico depende del monto del bolsillo por lo que les aclararé de entrada que apenas logré conocer el barrio vecino. Sin un centavo y con la crisis del dólar mis gastos apenas lógicos no me permiten conocer el mar o la nieve, total, mi imaginación vertiginosa me ha llevado a Júpiter en tiquete ida y regreso, con todo pago y hospedaje en hotel de veintitrés estrellas; y sé que prometí enviar fotos y postales a todos mis allegados pero lo que hay que ver pueden verlo en la internet o en por la fox; en cuánto a mi, sigo siendo el mismo escueto y parco sujeto de pelo chiroso y acné cosa seria que se marchó de casa con poco más de miles de sueños y que ha ido destruyendo a sus anchas esos mismos sueños. Si me preguntas en una entrevista de televisión abierta, te diré que sí, que he aprendido algo: he aprendido cuán efímero es todo en la vida, era algo que charlaba con mi compañero de vacío en algún momento de nuestras vidas: hablábamos de que todo en la vida tiene un coste y una duración, y que mientras más hermoso, más barato y más efímero; hay zapatos que te duran más que un amigo y asimismo existen sensaciones y momentos que duran más que una profecía bíblica. Por ejemplo, la voz de mamá a la distancia se queda suspendida en el etéreo aire por cien vidas más, aún cuando cuelgo a una de sus llamadas, siento como cada una de sus palabras viaja por la estrecha alcoba recordándome que siempre hay algo hermoso por lo cuál regresar a casa, es una sensación que no logro explicar, supongo que lo mismo debe sentir un búmeran en su punto cero del vuelo. Total, el ruidoso y profundo clarinete de mi hermana inunda el silencio bestial del momento y sospecho que ya debe ser una mujer llena de ocupaciones dignas de su juventud, deseo regañarla por llegar tarde, por tener un novio idiota o por no hacer caso; deseo pelearle por ser tan hábil para la vida pero mis palabras no van tan allá, se quedan acá conmigo, en medio del calor y las incertidumbres, es entonces cuando reviso mi equipaje y encuentro un par de fotografías, ella y yo aparecemos. Salimos calmos y hermosos: ella realza su boca y la encrespa como un pato, tiene tres años y sonríe a la cámara; yo en cambio tengo la misma actitud, un poco parco, un poco lejos, como si mi mente ya estuviera pensando en abandonarles; la abrazo y sostengo el aire. ¡Clic!. Papá y mamá nos suben al auto y regresamos a casa: no tengo otra idea de lo que es la felicidad. Unos trece años después, en la lejanía, justo donde el contacto es imposible, las lágrimas invaden mis ojos, el sueño me abate lentamente y comprendo cuan idiota he sido al irme sin decirles que son todo lo que tengo en el universo.

Para mamá, papá y… ah si, la niña aquella del clarinete… ¿cómo es que se llama?...