miércoles

La Haine

(Acerca del sano ejercicio de odiar)

Al fin he aprendido a leer mi errante bagaje de rata mal-habida. Admitámoslo, soy una mala persona y tengo tanto odio por dentro que tengo la sangre ajada. Me resulta incluso fácil odiar, puedo abominar cualquier cosa, desde un dolor de muela hasta el niño tierno de la esquina. Y me parece pensar que el odio es en demasía más saludable que el amor. Es menos dañino y menos abstracto. Un ejercicio sano para las ansias.

De mí se esperaban muchas cosas y creo haber desilusionado en todas con excelente convicción de mediocre. Tengo un talento nato para ser egoísta, cruel y mentiroso. Se me da perfecto joder a la gente y destruir sueños. Los míos inclusive. He fracasado en todo lo que intento y lastimosamente no dan premios por eso. No hay trofeos, no hay medallas ni un certificado diplomático. No es mi intención postularme como víctima suprema, ni es este mi legado derrotista, sencillamente quiero exponer la calaña de mi ser. Y aún cuando no he matado a nadie no se puede dudar de mis habilidades como asesino emocional. Un sicario de fina puntería y metralla brava. Habilidoso magno de la falacia y la injuria. El soldado imposible del agravio regio.

Me gusta odiar. Soy muy buen odioso y un mejor odiado. Me parece que el odio debería ser un deporte olímpico. Nuestro país tendría serias chances de un oro mundial. Y no es para menos, gana el que más odio tenga dentro. La ventaja de ser humanos es que debido a nuestra naturaleza, odiar resulta fácil, breve, inmediato. Todo a nuestro alrededor merece ser odiado. Yo odio que la gente deje pelos en el baño, que se afeiten con mi máquina, que dejen el tubo de la crema abierto, que aprieten el tubo por la mitad, que dejen el lavamanos sucio, que no bajen el agua, que hagan regueros de agua, que no pongan toallas en los baños, que pongan música ajena a mi gusto, que griten, que peleen, que escupan, que coman con la boca abierta, que no coman, que coman demasiado, que crean que sirven para algo, que sirvan para algo, que jueguen bien fútbol, que jueguen mal fútbol, que tengan pareja, que se besen en público, que no tengan pareja, que se masturben, que no se masturben, que cambien el canal, que pregunten idioteces, que no sepan pronunciar, que no sepan hablar, que se queden callados, que hablen, que se rían duro, que no se rían de mis chistes, que sean más altos que yo, que lean, que no lean, que sepan, que no sepan, que se rasquen la oreja, que se saquen la cera, que hablen de sus fracasos, que lloren, que no lloren, que duerman, que no duerman, que tengan plata, que no tengan plata, que tengan carro, casa, beca, estudios de unos y de otros, que viajen con sus estúpidas cámaras a todos los rincones del mundo, que posen para las fotos, que salgan de farra y bailen y que beban y se besen y que se consuman en actos sexuales, que no me inviten al acto sexual, que no llamen, que llamen, que reclamen, que pidan, que exijan, que charlen casualmente, que se coman mi comida, que se tomen mi bebida, que se metan a mi Facebook, que no se metan, que me hablen en Messenger, que no me hablen, que usen mi PC, que entren a mi blog, que me lean, que no me lean, que me entiendan, que no me entiendan, que me pidan dinero prestado, que no paguen, que me cierren las puertas, que me toquen cuando están sucios, que me ensucien, que me pidan prestados mis libros, que los dañen, que los lean, que me roben, que me pidan prestadas mis películas, que las vean, que las entiendan, que me hagan sacar mi risa incómoda, que me huelan, que me miren fijo, que me miren de arriba abajo, que usen mi ropa, que se acuesten en mi cama, en mi lado del sofá, que lleguen imprevistamente a visitarme, que me visiten, que no me visiten, que no me ofrezcan comida, que me ofrezcan golosinas en la calle, en el bus, que estén delante mío en una fila, en un concierto, que empujen en Rock al Parque, que fumen, que no fumen, que meten, que no meten, que digan que soy bueno, que soy malo, que soy alguien, que esperen algo de mí, sobre todo eso último, que esperen que sirvo para algo más en esta vida que no sea odiar y ser mediocre.

Pero soy optimista y creo, que es posible todavía caer más bajo. Aún me quedan corazones por romper y almas por fracturar, a fin de cuentas, soy el fulano agraciado que puede inocular en las bocas, desazón de tirano. Por excelencia siempre se me antoja un odio cualquiera. Y por más bravo que el odio fuera, me resulta siempre ineficaz, pues por más que cierro los ojos y frunzo el seño jamás logro hacerlo llegar. Lo que en efecto me llena de ira por ser tan débil en mi oficio. Y por más que trato y trato el niño de la esquina y el dolor de muela no sienten mi odio. Y permanecen allí, intactos en su génesis. Y de esa manera mi odio se vuelve inútil, y se queda estancado, se queda acá conmigo, atado acá en mi alma, acá en mi cuerpo. Se agarra a mi piel como un tatuaje de recluso y eso, obviamente, lo odio el doble.

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